Historias de nuestro trabajo
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Nueva esperanza en el altiplano boliviano
2023
El pueblo indígena Uru ha perdido su lago, pero la educación superior podría significar la supervivencia cultural para las nuevas generaciones.

Nos encontramos en lo que solía ser el Lago Poopó, el segundo lago más grande de Bolivia. En el mapa, sus contornos todavía son visibles, pero poco a poco el agua se ha evaporado y los peces han desaparecido. Las 38 especies de aves que habitaban la zona se han ido, incluyendo el flamenco boliviano, un ave sagrada para los pueblos indígenas del área.
La tierra bajo nuestros pies ha formado una costra dura que cruje con cada paso, haciéndonos difícil imaginar que algo pueda florecer aquí en el futuro.
Antes, los fuertes vientos que soplan sobre el altiplano boliviano agitaban las aguas del lago. El pueblo Uru vivía en islas flotantes construidas con totora, y sus casas eran redondas para resistir las ráfagas de viento. Pescadores y cazadores de aves navegaban por el lago en sus botes.
Hoy, el silencio es abrumador.

Refugiados climáticos
lo lejos, en el horizonte, divisamos algunos botes.
Los dejamos ahí. Soñamos con que, de repente, caiga una lluvia fuerte. Entonces, al menos podríamos navegar un poco otra vez.
Puñaca Tinta María es un pequeño poblado de 5 hectáreas, destinado a albergar 81 familias. Se encuentra en lo que solían ser las orillas del Lago Poopó. Sin embargo, el pueblo Uru no ha recibido más tierras. Los derechos territoriales han sido otorgados a otros grupos indígenas de la zona, que históricamente se han dedicado a la agricultura de pequeña escala y no dependían tanto del agua como los Uru.
El líder comunitario explica que los ancianos de la comunidad no buscaron asegurar sus derechos sobre la tierra a tiempo. Querían vivir en el agua y nunca imaginaron que el lago desaparecería.
Hoy, 66 familias han abandonado la comunidad.
Son refugiados climáticos en el sentido más profundo de la palabra.
Tatiana trabaja con la organización WARMI SHINING, enfocada en la acción climática en la ciudad cercana de Oruro, donde muchas familias desplazadas ahora viven sin tierra ni acceso al agua.

Conocimiento transmitido entre generaciones
El cambio climático ha significado pérdida para los pueblos indígenas en todo el mundo: pérdida de territorio y pérdida de sus formas de vida. El pueblo Uru es uno de los más afectados, y su situación ha provocado que su idioma esté en peligro de desaparecer en esta región. La juventud ahora habla español y quechua.
¿Cómo pueden construir un futuro para sus comunidades?
Para nosotros, es importante inculcar en los niños el conocimiento de dónde vienen y revitalizar su lengua.
Desde 2015, la comunidad ha colaborado con el instituto de investigación Funproeib Andes para catalogar el conocimiento y la lengua Uru, integrándolo en el currículo escolar. Los niños han entrevistado a los ancianos que recuerdan cómo era la vida en el lago.
Se han documentado saberes ancestrales, como navegar bajo las estrellas, para que la humanidad no olvide conocimientos que nos conectan con el cosmos. Conocimientos que ya no se necesitan y que pueden desaparecer para siempre, reemplazados por herramientas digitales.
Becas para la educación superior
A través de Funproeib Andes, SAIH otorga becas que permiten a los jóvenes del pueblo Uru acceder a educación superior. Nos encontramos con una nueva generación que pronto se graduará como abogados, docentes e ingenieros.
La educación superior suele plantear un dilema para las comunidades rurales: a menudo, conduce a la migración porque las oportunidades laborales son mayores en las ciudades que en los pequeños poblados de donde provienen los jóvenes.
Sin embargo, en la difícil situación que enfrenta el pueblo Uru, es precisamente la educación superior la que les brinda esperanza y la oportunidad de pensar que pueden mantener vivas sus comunidades y construir una nueva identidad, con orgullo, como profesionales.
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